Hace un par de meses estuve escuchando los videos de Paloma Cabadas en yutube, los del poder de la Tierra. Ella habla ultimamente del amor y del amor que la Tierra nos está ofreciendo continuamente, que recibimos si nos abrimos y escuchamos-sentimos (a veces es difícil identificar los sentidos internos).
La Tierra no es un conjunto de cosas, sino un ser vivo completo (a su vez formado por una multitud de seres vivos diversos, como nuestro cuerpo). No soy la única ni la primera en descubrirlo.
Este verano he pasado mucho tiempo escuchando-sintiendo a este ser en un lugar que todavía conserva mucho de su naturaleza virgen. Este lugar no es un frondoso bosque ni un exótico paraje pradisíaco. He recibido muchos regalos en forma de experiencia y comprensión.
He experimentado de forma muy lúcida que «yo no soy mi mente» y también que «yo no soy mis emociones».
Es una experiencia muy prosaica, desprovista por completo de «fuegos artificiales» y visiones del más allá. Por el contrario, me ha puesto más en contacto con el «más aquí».
A partir de la observación de lo que hay, mi mente planifica, construye, ve … Pero luego son las manos, las piernas y esa misma mente que planificó, las que tienen que poner en marcha esos planes, esos proyectos, y llevarlos a cabo.
Sí, es exactamente lo mismo que sucede cuando te echas una mochila a la espalda y decides recorrer 700 km a pie.
Y resulta que me canso, tengo sed, tengo hambre, hace demasiado calor, se me enganchan las zarzas, o no estoy en el estado de ánimo adecuado.
La distancia entre lo que la mente planifica en unos minutos y lo que yo realmente hago es tan grande que me deprime. Y ahí es donde comprendo que yo no soy mi mente. Yo soy como el avellano que hay en la finca (que llevaba unos años abandonada): un ser en unas condiciones que da lo mejor de sí en sus circunstancias. Y la herramienta de que dispongo para mejorar mis condiciones soy yo misma también.
Mi mente puede crear una nueva realidad para mí, pero luego yo tengo que manifestarla. Y eso lleva consigo despejar los obstáculos (quitarme de encima las zarzas) , alimentar las acciones y actitudes que favorecen ese cambio (abonar la tierra), permitir que mis emociones se expresen sin juzgarlas ni quedarme enganchada en ellas (regar para no morir abrasada en el caluroso verano), y esperar.
Esperar a que sigan desarrollándose las raíces desde las cuales crece el árbol. Saber que este año ya he dado los frutos que he podido con las condiciones que había y sentirme feliz por ello en lugar de compararlo con las fantasías de mi mente. Reconocer lo avanzado en lugar de compararlo con lo que la mente tenía proyectado.
Este es el amor que yo he recibido, un amor que me ha ayudado a caminar en el terreno de la humildad y la compasión. Compasíón por mí misma, que es por donde todo empieza y todo termina, pasando por el resto del universo en el camino.
Os dejo el poema, posiblemente es el único poema de este verano.
Clara Luz
Cosecha de verano
El viento levanta una polvareda en la explanada. Finales de agosto, la tierra convertida en ceniza.
¿Crecerá más rápido el manzano si le estiro de las hojas?
Admiro al avellano que ofrece su única avellana de este año. No me sucede enfadarme con él porque no da más.
Las zarzas se lo comían y apenas le llegaba el agua. Sus hojas verdes nuevas refrescan la tórrida tarde.
Cada gota de agua usada en la casa es acumulada en el día para regarlo al caer el sol.
La ternura que me inspira el avellano no surge tan fácilmente por mí ni por quien tengo a lado.
Clara Luz, Manomortero 22/08 /2012
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«En lugar de compararlo con las fantasías de mi mente»… esa es la clave…que nos causa tanta infelicidad…cuando mente y realidad no encajan…cuando se abre una brecha entre lo imaginado y lo que tenemos aquí..cuando se instaura la falta de aceptación y el juicio, entre lo pensado y lo manifestado…cuando en ese punto se produce la condena y la negación…
Y en medio de ese espacio se yergue tu Almendro Clara… ese almendro que da lo único que tiene con tanta generosidad, sin importarle que quizás no haya un mañana para él…que quizás la energía que costó producir ese único fruto, le quite al árbol, a su madre, la vida…¿Podemos acaso los humanos considerarnos tan generososos como esa Naturaleza dadora que no se piensa dos veces darse a si misma una y otra vez?….
Gracias por tus reflexiones y tus poemas de luz y de sabiduría pues nos devuelven a la cordura, amiga!
Gracias a tí Wallie por tus comentarios.
Sí, nosotros tenemos la misma naturaleza que la Naturaleza, pero como muy bien dices, queda condenada y negada por nuestra propia censura y juicios.
Un abrazo
Vuelvo a releer tu texto Clara y me encanta más y más! qué bueno que hayas gozado de esa comunión contigo misma en la Naturaleza… percibiéndola como parte de ti y tu parte de ella… hermoso!!!!